Ingredientes:
- Parte meteorológico muy negro.
- Seguridad inicial en ud. mismo y en su buena estrella.
- Pequeño paraguas hiperactivo.
- Trípode empapado con vocación de bastón de majorette.
- Manos más empapadas aún, que hayan olvidado hace tiempo qué es el tacto.
- Telescopio de copa retráctil.
- Cámara digital marca que-si-se-te-moja-la-pifia.
- Gaviota guanaguanare
- Y muy importante: taquería fina.
Elaboración:
Se lee el feo parte meteorológico, se mira por la ventana para comprobar que se cumple al milímetro (feroz aguacero, viento furioso y racheado), y a pesar de ello se echa uno a la ría con la certeza de que, como en otras ocasiones, basta con que uno no vaya para que escampe. Y no escampa (como es natural según esa lógica, además de necesario para el fin que nos ocupa).
Se avanza bajo la lluvia. Penosamente, con el trípode montado y el telescopio instalado en la rótula. Es importante que las rachas de viento húmedo le zarandeen a uno de forma irregular, como si amagaran un respiro para regresar de inmediato con peor leche. De esta manera su ánimo irá tornándose más y más sombrío. Saque entonces el paraguas, con cuidado de que durante la operación penetre entre el cuello del chubasquero y su nuca suficiente agua como para acoger varios zampullines. Abra el paraguas. Admire cómo juega con él el viento. Cómo dobla sus varillas o invierte su lona. Cómo pretende causarle una luxación de muñeca. Oriente el paraguas hacia el viento y el agua. Camine, y al tiempo busque la mejor postura posible para transportar el trípode y el paraguas mientras deja una mano libre para los prismáticos. Deténgase. Pruebe a contar los correlimos a pesar de todo, mientras recibe sucesivos empujones de aire. Pruébelo varias veces. Cuantas haga falta. Renuncie a hacerlo sólo cuando la vocecita de su conciencia le sugiera que acaso hubiese sido mejor no haber venido. Siga entonces su marcha.
Advierta de lejos a la Gaviota guanguanare. Saque la cámara digital extremando el cuidado para que no se moje. Pero ojo: tiene que mojarse, cubrirse de inquietantes gotas en sólo unos segundos. Séquela, séquela, muy alarmado. Pruebe a taparla con el paraguas mientras la pone en funcionamiento, y advierta a continuación cómo en el ocular del telescopio el viento provoca enormes olas en el agua acumulada. Séquelo, séquelo, muy alarmado. Pero seque la cámara también, séquela, caramba, que se ha vuelto a mojar. ¡Y el ocular, el ocular! Desespérese. Más y más. Hasta lograr el trance al que todo artista aspira para obtener su mejor obra. Dispare entonces, con la cámara mojada sobre el ocular mojado, mientras las rachas de viento le escupen lluvia y la guanaguanare corre por el prado como nunca la vió ud. correr. Dispare muchas veces. Muchísimas. De forma frenética. Como Pancho Villa en su mejor fiesta.
El conjunto debe ser sazonado de forma constante y sin descanso con la taquería fina, poniendo particular cuidado en seleccionar expresiones del peor gusto. El éxito está casi asegurado si se reservan las más innobles de esas expresiones para el paroxismo final. Si consigue que la única foto enfocada sea justo cuando la guanaguanare se ponía de espaldas, entonces el resultado puede considerarse, sencillamente, espléndido: es ud. un maestro. Enhorabuena.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Teño que mirar na miña guía de aves....porque buff!, paréceseme aunha reidora máis...
un saúdo!, e que saibas, que algunha xente apreciamos que colgues un documento como este, que vou aprendendo pouco a pouco.
así que os teus esforzos de entrenamento para entrar na tripulaciçon do caìtán pescanova. serven para algo.
saúdos
xacobo de toro
Me gusta mucho que esta página sobre pájaros no sea la consabida y aburrida lista de avistamientos y número de ejemplares. Me he reído mucho con la crónica "Guanaguanare en sopa racheada". Eres un maestro.Sigue así...
Hola a los dos.
Muchas gracias a ambos por vuestras palabras de apoyo en momentos tan graves como éste de no poder acudir a la ría a causa del mal tiempo.
Publicar un comentario