El puente de las Letras Galegas anduve con unos amigos por Extremadura. Lo pasamos en grande, y vimos casi todas las espectaculares especialidades ornitológicas de aquella tierra. De regreso en Coruña me aguardaba un buen montón de trabajo, que a mi pesar me mantuvo alejado tanto de la ría como de este blog.
Ayer día 24 por fin pude darme un respiro, y me faltó tiempo para bajarme a O Burgo a ver qué había de nuevo. Llevaba diez días sin pasar por allí, y la cosa había cambiado bastante. La entrada de correlimos comunes era muy potente: 188 ejemplares. Uno de ellos todavía no había mudado sus plumas invernales. Ni la primera. El resto mostraba sus mejores galas. Pero los más guapos de entre los presentes eran cinco chorlitos grises en perfecto estado de revista nupcial. Qué bonitos son en primavera. Había también 1 archibebe común, 16 chorlitejos grandes, 2 correlimos gordos, y 2 tridáctilos. Estos últimos son noticia, pues esta especie no es en absoluto habitual del estuario, por muy intenso que sea su trasiego por las playas gallegas en estas fechas. Acaso su presencia se debiese a la opaca niebla que el viento del norte se empeñaba en concentrar sobre la costa. Por lo demás, conté 4 agujas colipintas y 10 zarapitos trinadores, una sola gaviota reidora y ninguna cabecinegra. Tampoco había garzas reales, garcetas comunes o cormoranes grandes.
Hubo espacio también para el dramatismo. En un momento dado un avión que iba a aterrizar en el próximo aeropuerto de Alvedro se lo pensó mejor y con gran estruendo remontó el vuelo sobre la niebla. Cuantos estábamos en la ría en ese momento levantamos la vista y tragamos saliva mientras nos poníamos en la piel de sus pasajeros. No volvió a intentarlo. Hoy supe que tuvo que tomar tierra en Santiago. Mientras asistía a tan emocionante escena me llamaron la atención entre los jirones de nubes bajas un par de aves rapaces, que resultaron ser halcones abejeros. Son los primeros que veo en la ría.
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