El paseo por la ría de hoy fue uno de los más tranquilos que recuerdo. Tan sólo el vuelo de un macho de gavilán fue capaz de desperezar durante unos minutos a las gaviotas, que hasta entonces no habían hecho más que dormir, estirarse, rascarse, bañarse... El sol pegaba con fuerza, y hasta yo bostezaba cada dos por tres. Había un buen puñado de gaviotas cabecinegras: 73 (dos de ellas marcadas con anillas de color en Francia). Además, entre otras cosas, conté 295 correlimos comunes y 4 correlimos gordos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario