Por qué la naturaleza nos sienta tan bien

En estas primaverales fechas mi nariz acostumbra a olvidar su razón de ser para convertirse en un bote de espeso pegamento caducado. Ni la mismísima sangre de Alien sería capaz de desatascarla. Es una suerte que mis ojos produzcan en paralelo tantísimas legañas: gracias a ello apenas puedo contemplar en el espejo, en toda su sobrecogedora magnitud, la cara que se me pone tras respirar durante días por la boca. Cuando hablo no reconozco mi voz. Cuando callo, mi ronco resuello espantaría a Lord Vader. Cuando trago saliva, a veces veo una especie de luz al fondo de un túnel... Y aún así vuelvo una y otra vez al campo, desoyendo los prudentes consejos de quienes más me quieren y/o más me padecen. ¿Por qué? ¿Qué me arrastra irremediablemente al encuentro de la naturaleza, y en particular de las aves?

Hoy se ha hecho público en Reino Unido un informe de la RSPB acerca del bienestar que los humanos obtenemos de la inmediatez de la naturaleza, en los planos tanto personal como social. No olvida recordar la cantidad de libras que se ahorraría el estado británico de invertir en facilitar el acceso de las personas a entornos naturales. Sus 116 páginas resultan de lo más interesantes. Os lo podéis descargar de aquí. Y podéis leer un breve resumen Aquí.