25 de septiembre de 2007: una garrapata

La pleamar era la reina hoy a mediodía. El sopor se había apoderado de la gran mayoría de las aves presentes, que descansaban entre los juncos y verdolagas dejándose acariciar por el sol y la brisa del noreste. Un pechiazul y un buitrón asomaban de vez en cuando, para de nuevo zambullirse en la espesura. Los andarríos chicos, 8 en total, eran los únicos activos: buscaban alimento entre la arribazón de algas y basura, defendían su tramo de orilla con estridentes reclamos, carrerras y cortos vuelos, y en ocasiones se peleaban con desatada violencia. No estoy muy seguro de haber censado bien del todo las aves menos conspícuas, pero ahí va el resto de especies vistas hoy:

1 archibebe claro
11 cormorán grande
30 garza real
14 garceta común
19 ostrero
6 correlimos común
14 chorlitejo grande
4 zarapito trinador
7 aguja colipinta
1 aguja colinegra
1 charrán común
6 charrán patinegro (éstos también muy ruidosos)
1 negrón común (un macho, dentro del estuario)
9 gaviotas cabecinegras
1 martín pescador

Cuando ya me iba de la ría advierto que algo pequeñito y negro se ha adherido a mi muñeca izquierda. Una garrapata. Acudo a una farmacia inmediata a mi despacho a pedir socorro. Allí me dirigen directamente al taller de reparaciones de al lado, con la indicación de que me bañen la mascota con aceite de motor. Así hacen. La garrapata ni se inmuta. Acabo en el despacho con una garrapata en la muñeca izquierda, un bote con aceite de motor en la mano derecha y la palabra paciencia escrita en el rostro. Varios baños de aceite más tarde cojo una pinza e invito a la criaturita a que deponga su actitud. No tarda en resignarse a su destino, que es tan negro como ella.