El sábado 14, de vuelta del censo de aves acuáticas invernantes por Ferrol, y a punto de anochecer, hice una parada en la ría para echar una ojeada. Pleamar completa. No estaban las espátulas, pero sí las garzas y garcetas en número similar al día 10. Un aficcionado al esquí náutico iba y venía de O Burgo a A Pasaxe, remolcado por la que debía de ser su señora, o novia, sentada al timón de una fueraborda. Compartía el campo de juegos con cuatro piragüistas. ¿Se ausentaban por este motivo las espátulas? No lo sé. Los limícolas, desde luego, se mostraban muy inquietos, volando sin llegar a posarse en ningún momento.
Hoy lunes 16 me encuentro en el periódico con que ayer se celebró en el puente medieval de O Burgo la recreación de un episodio de la batalla de Elviña (que enfrentó a franceses e ingleses a las puertas de La Coruña). Dice la noticia: “la contienda fue muy dura, y los soldados galos -comandados por el mariscal Soult - no se dejaron amedrentar, y lucharon con uñas y dientes, e incluso cañones, para librar esta batalla”. A mí estas recreaciones de hechos tan sangrientos me entristecen, y no las entiendo. Incluso me produce cierto temor que personas adultas gusten de disfrazarse y jugar a asesinarse unos a otros. Pero el número de ciudadanos de todas las edades que según la prensa “disfrutaron” de la función me obliga una vez más a preguntarme si no seré yo el raro. Y si bien creo que una breve conversación habría bastado para convencer a muchos de los presentes de que lo rememorado es una barbaridad, y por lo tanto en absoluto merecedor de celebración alguna, creo que habría sido vano explicarles a continuación las consecuencias de los tiros y cañonazos, además, sobre las aves de la ría.
“Las aves vuelan, y se van a otro sitio. No les pasa nada”, me responderían los más amables. “Lo que a usted le fastidia que se larguen, porque le gusta mirarlas. Pues ya ve, a nosotros nos gusta mirar estas batallitas”, contestarían los más agudos. A mí me parece que lo que vuela y se va a otro sitio son en ocasiones la inteligencia y la sensibilidad. Y así, la posibilidad de contemplar otra tranquila jornada en la vida cotidiana de centenares de aves salvajes es sustituida, sin siquiera valorarlo, por el eco de la guerra: ¡BUM-BUM-BUM! ¡BANG-BANG-BANG! Jugar a matarnos todavía es más guai que admirar otras vidas.
16.1.06
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