Soy duro de oído, y mi memoria musical es pésima. Tarareo canciones pero jamás las canto, pues las olvido al instante. En mi salón hay tres estanterías de libros de poesía y sin embargo no sería capaz de recitar más de cuatro o cinco versos de los poemas que me son más necesarios, aquellos a los que regreso cada cierto tiempo en busca de luz (“La vereda del cuco” de Cernuda, por ejemplo). Hay aún pasajes de los conciertos de Bach que me resultan inéditos cada vez que llego a ellos por enésima vez.... Y con cada primavera tengo que volver a examinarme de la asignatura de “cantos y reclamos de esas aves tan comunes que deberías avergonzarte de no recordarlos”.
Por eso llevo unos días entusiasmado. Estoy leyendo, y escuchando, un libro recién editado que os recomiendo con el fervor de un hincha desatado: “The Sound Approach to birding”. Un tomo de diseño apaisado trufado de ilustraciones de Killian Mullarney y multitud de sonogramas, y dos CDs, son las herramientas de que se sirven Mark Constantine y “The Sound Approach” (el equipo inegrado además por Arnoud van den Berg y Magnus Robb) para mostrarnos el camino hacia una mejor comprensión de los sonidos que emiten las aves. Lo hacen de una manera informal, fresca, directa y al menos en mi caso extraordinariamente efectiva. A Mark y los suyos parece haberles inspirado a lo largo de su trabajo el mismo espíritu que trasciende la escucha de un “dawn chorus” (un coro de de aves de diferentes especies al amanecer) en el polaco bosque de Biebrza, una de las pistas con las que más he disfrutado.
Este libro es ya un imprescindible clásico en la biblioteca de cualquier ornitólogo. Pero dar con él por internet no es por el momento sencillo.
22.10.06
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