A las ocho y cuarto de la mañana el espectro de lo que en vida fue Gordon atravesó A Coruña. Yo iba camino de una reunión, y me lo encontré de frente. Venía aullando su mala suerte, arrancando uralitas de los tejados, zarandeando antenas y volcando contenedores, como un borracho furioso al que el amanecer sorprende en la calle. ¿Dónde vas, Gordon, con tan mal humor?, le pregunté, ¿no ves que ya no eres Gordon? Entonces arrancó un árbol junto al edificio de Obras del Puerto, me llenó los ojos y oídos de polvo y arenilla, giró sobre sí, y huyó hacia la costa de Ferrol. No sé de quién escapaba.
Los estorninos de la ciudad tuvieron así un inquieto despertar. Sus bandadas volaban hoy muy bajas, dispersas y veloces. No había gaviotas bajo las fugaces nubes, y sí multitud de bolsas, papeles y hojas de árboles.
Luego regresó la calma. Una calma en forma de día gris y ventoso. Recién empieza a llover. Hay corrientes de aire extraviadas por las esquinas que aún preguntan por su jefe. Un tal Gordon, dicen, que ha prometido regresar.
21.9.06
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario